Llegamos a unas fechas en que los términos paz y felicidad están en la boca de todos. Deberíamos preguntarnos qué significado tienen para cada uno, saber cual es el sentido que le damos cuando expresamos tal deseo a los demás.
Es posible que el único grado que da la experiencia sea asumir que el gen de la verdadera felicidad se descubre al alcanzar la paz de espíritu. Pero no es una tarea sencilla. De la necesidad intrínseca que tiene el ser humano de descifrar ese enigma, se sustentan en parte religiones, filosofías, terapias, sectas y sicologías. El problema es que en su carrera hacia el futuro, la humanidad ha extraviado demasiado el camino de perfección interior, y ha llenado con demasiadas necesidades el morral de su existencia: bienestar, prosperidad, suerte, salud, seguridad, certezas, verdades, amor... Sumémosle la capacidad innata que tenemos desde tiempos inmemoriales por crear todo tipo de conflictos, guerras, conquistas, y catástrofes, y el resultado es lo que tenemos: Una sociedad insatisfecha, que crea individuos que son un fiel reflejo de ella misma.
La solución está en lo sencillo: En el plano que nos relaciona con los demás, la cuestión primordial es vivir y dejar vivir. Nuestras razones son tan válidas como las de los otros, partiendo de esa premisa y manteniendo el respeto mutuo como bandera, habremos conseguido evitar muchas de las disputas que agrian las relaciones sociales.
El otro asunto pendiente se refiera al plano más personal. Cuestión no menos complicada, porque a lo largo de nuestra vida nos vemos obligados a renunciar a demasiadas expectativas sobre nosotros mismos como para sentirnos satisfechos. Por eso es vital entender cuáles son las metas verdaderamente importantes: ¿La profesional? ¿El éxito social? ¿El reconocimiento general? ¿El poder o el dinero? Demasiadas preguntas, demasiados condicionantes. Aunque las respuestas están a nuestro alcance, si verdaderamente nos preocupamos por encontrarlas. Y todas tienen que ver con alcanzar un cierto grado de paz y tranquilidad. He aquí algunas que creo que puedan servir:
Una: Sentirse bien con uno mismo, lo que significa aprender que las decepciones en determinados aspectos de la vida no son motivo de naufragio. Alguien dijo una vez que son muchos los quieren cambiar la sociedad, pero pocos los que se atreven a cambiarse a si mismos. Así que nadie será un fracasado si puede mirar directamente a los ojos de los demás sin sonrojarse demasiado.
Otra: Saber reírse de uno mismo, que es la mejor manera de no tomarse las cosas demasiado en serio, aunque algunas verdaderamente lo sean. También es importante que la injuria se vacíe de contenido siendo los primeros en reírnos de ella. Asimismo le ocurrirá al elogio, el mayor peligro para el enaltecimiento propio. Eso sí que es saber relativizar, y no se imaginan lo que cuesta conseguirlo.
Una tercera: Elegir bien con quién relacionarse. La verdadera familia no se lleva en la sangre, sino que se va conformando con el paso de los años y se consolida con los lazos de la amistad. Si se logra reunir un grupo de personas que merecen de verdad que se les quiera, se posee un tesoro que deberíamos saber valorar porque será para siempre. Lo que puede perfectamente no ocurrir con el amor, que es un sentimiento bastante más veleidoso de lo que comúnmente se piensa. El amor es libre, como los gatos –si se me permite el símil-. Aceptarlo significará disfrutar cuando está cerca, y tomarlo con una cierta ecuanimidad cuando decida dejarnos.
Cuarta y última: Discutir no soluciona nada, muy al contrario: Las broncas lo complican todo, y cuanto mayores son, más difícil se pone encontrar una solución a los problemas. Mejor actuar como el protagonista del chiste: "Usted, ¿no se enfada nunca? ¡No! ¿Por qué? Pues porque no discuto con nadie. Oiga, no será por eso... Bueno pues, no será por eso".
No me dirán que como receta no están mal los consejos. A punto de atravesar la frontera del medio siglo, he decidido ponerlos en práctica. Pero como ya les he comentado, cada uno es muy libre de poner los ingredientes que crean necesarios, que el que esto suscribe está muy lejos de sentirse poseedor de la verdad. Vivir y dejar vivir, ya saben...
Por cierto, que entre tanta reflexión se me olvidaba: Felicidad y paz para todos en las festividades que se avecinan.