viernes, 12 de septiembre de 2025

OPINIÓN: LA DEMOCRACIA EN PELIGRO


Aciertan los historiadores cuando nos censuran por comparar el mundo de hoy con el ascenso de los fascismos históricos de la década de 1930. No porque la comparación sea un síntoma de presentismo, el peor de los vicios para un historiador, sino porque estos años que vivimos evocan más el Antiguo Régimen, con sus pelucas empolvadas, sus dorados versallescos, sus chateaux del Loira y sus despotismos a veces ilustrados, aunque siempre despóticos.

Lo vimos en la boda de Jeff Bezos, que se alquiló Venecia entera, y por un poco más, casi se la compra. Los ultrarricos que aúpan a los villanos de hoy —o que los miran con simpatía o, como poco, con indiferencia calculada— forman una aristocracia capaz de someter la libertad de muchos Estados y de conformar el mundo a su capricho. Elon Musk, paradigma de la nueva casta, parece escapado de una novela del marqués de Sade. Sus modos no se distinguen de los de un señor feudal con derechos absolutos sobre los siervos. Desprecian la noción del bien común y las virtudes republicanas más elementales. Borrachos de poder, solo tienen fe en sí mismos y en su voluntad. Si las elecciones no les permitieran controlar gobiernos, y sus fortunas no avalasen sus delirios, un juez los inhabilitaría y los internaría en una institución adecuada. Pero, como los nobles en Versalles, han aprendido que su capricho es ley. Además, la parte del pueblo que en otras épocas montaba guillotinas en la plaza de la Concordia les jalea y amenaza con cortar la cabeza de los demócratas, señalados como elitistas progres.

La involución va mucho más allá del porcentaje de voto que puedan arañar los partidos ultras en Europa, tanto si les da para gobernar o solo para incordiar. También rebasa los crímenes y razias que pueda cometer Trump en lo que ya difícilmente puede percibirse como una democracia. Incluso supera el genocidio sobre los palestinos en Gaza o la invasión de Ucrania. El cambio es profundo, de estructura, aunque tal vez no sea aún irreversible. Pero ya ha sucedido. Hemos dejado de vivir en un mundo de valores republicanos de igualdad, libertad y fraternidad. Quizá podamos recuperarlos, pero los demócratas, de momento, vamos perdiendo en esta guerra.

Cualquiera puede verlo en su vida cotidiana, y millones lo sufren de manera trágica. Que los centros de las capitales europeas sean guetos de millonarios, a los que solo les faltan un foso con cocodrilos y unas murallas, es la manifestación más general y clara del nuevo sistema de castas que rige. El principio de igualdad —que siempre fue un ideal irrealizable, pero se expresaba como horizonte hacia el que debía marchar una sociedad democrática— está catastróficamente roto. Los discursos sobre la desigualdad de los científicos sociales apenas edulcoran la certeza brutal de que cada día aumentan los ciudadanos que no pueden ejercer de tales porque sus derechos están muy limitados. Su derecho a la sanidad, a la educación, a recibir información veraz, a la vivienda, al trabajo digno e incluso a la representación política están seriamente degradados o imposibilitados. Las medidas sociales de gobiernos progresistas actúan a veces como paliativos, casi siempre insuficientes. Eso los convierte en ciudadanos de segunda clase, en una casta sin poder. Más grave es aún la situación de los inmigrantes, desposeídos de su condición de ciudadanos y trabajando en un régimen casi esclavista para una sociedad que no les permite participar de ninguna manera mientras les exige que se integren sin acogerlos. 

Aún estamos a tiempo de revertir la situación, pero la gran duda es si estamos dispuestos a lo que sea necesario para recuperar el ideal de vivir en una sociedad justa y democrática. 


jueves, 11 de septiembre de 2025

POESÍA: CONSEJOS


No vivas en la tierra

como un inquilino, 

ni en la naturaleza

al modo de un turista. 

Vive en este mundo

cual si fuera la casa 

de tus padres, 

cree en los granos

en la tierra, en el mar... 

Y, pese a todo, 

también en el hombre.

Ama la nube y el libro

y, pese a todo, 

ama al hombre. 

Siente la tristeza

de la rama que se seca, 

del planeta que se extingue, 

del animal inválido. 

Y siente ante todo 

la tristeza del hombre.

Que todos los bienes 

terrestres

te prodiguen la alegría. 

Que la sombra y la luz

te prodiguen la alegría. 

Que las cuatro estaciones

te prodiguen la alegría. 

Y pese a todo, 

vive para que el hombre

te prodigue la alegría. 

miércoles, 10 de septiembre de 2025

POESÍA: EVOLUCIÓN


Durante 

un tiempo

me preocupé mucho.

Luego, 

poco a poco, 

esa sensación

fue disminuyendo

hasta que, 

finalmente, 

se quedó 

en su punto justo. 

Y renuncié

a hacerle el juego

a quiénes tratan

de amargarnos

la existencia. 

Y cogí mi viejo cuerpo, 

salí a la mañana

y viví.

martes, 9 de septiembre de 2025

POESÍA: CURA DE HUMILDAD


Es una sensación

fantástica tumbarse 

y cerrar los ojos, 

mientras distancia 

y tiempo revelan 

sus verdaderas 

actitudes: 

nunca han oído 

hablar de mí 

ni nunca lo harán 

ni lo necesitan. 

Es una cura de humildad, 

por supuesto 

luego me despierto  

pensando 

qué maravilla 

ser quien soy 

hecho de tierra y agua, 

mis propias ideas, 

mis huellas dactilares, 

todas esas cosas 

temporales, gloriosas, 

pero que a nadie más 

que a mi interesan. 

Porque, al fin y al cabo, 

cada ser vivo es un milagro. 

REFLEXIÓN: NO VACACIONES


Este año tampoco he podido irme de vacaciones, la pensión de jubilación no da para plantearme cuestiones de ese tipo. Así que me he quedado en casa, como por otro lado hace mucha gente. No fui a ningún lado. No viajé. Me dediqué a no hacer nada. A ver pasar el tiempo. A perderlo, si así se quiere ver. Y entre ese no hacer me dediqué a leer. A escribir. A ver películas. A pasear. A pensar. A mirar el cielo y el horizonte, los árboles, el mar. A no escuchar a nadie que eleve el tono de voz o lo utilice de forma amenazante o para soltar una mentira tras otra. A rechazar bulos que solo buscan envenenar el aire que respiramos y la convivencia que nos merecemos. Me dediqué a habitar el refugio que es el piso donde vivo, a saludar a los vecinos, a ser alguien amable, a descubrir nuevos sabores y alguna nueva faceta de mi mismo. Y a recuperar algo que hace años me satisfacía enormemente y tuve que dejar de hacer por problemas físicos: correr. El haberlo conseguido a pesar de que la causa de esos problemas sigue ahí, me hace sentirme satisfecho Y es una ayuda mental inmejorable. Entiendo que, a la vuelta del resto del país al mundo de lo cotidiano, no tengo ningún acontecimiento, ninguna anécdota especial que contar. Ni fotos, ni vídeos que enseñar. En comparación con los demás, habrá quien piense que soy bastante aburrido. Aun así, no me arrepiento de mis jugosas no vacaciones. Si todo me acompaña, esta será una opción que permanecerá conmigo por mucho tiempo, quizás la definitiva. Una forma de vida con calma. De sosiego. De aislamiento. De desconexión. Palabra esta última que ahora tanto está en el hablar de todos, pero en mi caso ya no se queda solo en un término vacío de contenido, estoy en el camino de llenarlo de significados. 

lunes, 8 de septiembre de 2025

POESÍA: EL MUNDO QUE AMO


A veces cierro los ojos

y dibujo en mi mente

el mundo que amo:

El aroma de las húmedas 

mañanas de otoño,

la estela de los pájaros 

en el corazón del aire,

el hilo de plata 

en la marea de los días.

Fugazmente rozo el centro

al aspirar profundamente

el aire del mar o la montaña.

Dejo de ser baldía orilla 

y me siento vida y memoria.

Y cuando eso sucede, 

cada cosa recobra su contorno,

su luz, su nombre de pila.

Ventana, silla, mesa,

pulpa sagrada de la fruta.

Flores agradecidas al agua,

un jardín a la sombra

adquiriendo una realidad 

que la molicie humana

ensucia y destruye.

Yo formo también parte

del entorno natural

que me crea y me integra

en el mismo instante

en que sangre, músculos 

y piel se transmutan 

en cauce de un albor 

profundamente misterioso.


domingo, 7 de septiembre de 2025

POESÍA: PERDIDOS


¿En qué momento 

nos perdimos,

en qué momento 

nos dejamos arrastrar

hacia lo alto,

en qué encrucijada 

optamos por el camino 

de las sombras,

por una promesa 

de días que no terminan,

por hacer de la persecución 

de fantasmas

nuestro destino?


Todos se equivocaron, 

los grandes pensadores,

con sus dualismos 

antagónicos,

sus mundos 

de ideas espectrales,

con sus elucubraciones

sin cuerpo

y su anhelo de fuga,

empecinado y absurdo,

de la Tierra.


Bajemos de nuevo al barro,

dejemos otra vez

que la Tierra nos envuelva,

que nos tizne y acaricie,

que reanime nuestra fuerza 

con su aliento.

Recuperemos el camino 

y volvamos

a nuestra casa, 

para vivir sosegadamente

junto al Árbol de la Vida,

al cobijo y al cuidado 

de su savia y de sus ramas,

arraigando nuestros deseos,

sin agotar la pródiga 

y humilde maravilla 

de sus frutos.


Aunque puede que sea tarde, 

no queda otro remedio.

PINTURA: COURBET


Courbet (1819-1877) fue un pintor cuya obra forma parte del movimiento denominado Realismo, que apareció principalmente en Francia y en Gran Bretaña a mediados del siglo XIX y se desarrolló en la segunda mitad del siglo. Este movimiento también se manifestó en literatura, uno de cuyos representantes más notables fue Balzac. En un periodo marcado por la oposición entre el Romanticismo y el Clasicismo, el Realismo abrió una nueva vía, evocando la realidad sin idealización y abordando temáticas políticas y sociales.

El desesperado es uno de los cuadros más conocidos del pintor, que lo realizó en su etapa de juventud cuando tenía en torno a 25 años. La forma en la que el autor se representa no está exenta de misterio, motivo por el cual este autorretrato se distingue del resto de los pintados por Courbet donde la narración es más explícita.

El cuadro ha sido objeto de múltiples interpretaciones, entre las que se incluye la de quienes piensan que se trata de una manifestación romántica con tintes de extremo abatimiento y melancolía, que apareció en su juventud y que le fue propia en el transcurso de su vida. Tanto es así que, en ocasiones, este cuadro ha servido para ilustrar el delirio o, más ampliamente, la locura. Es un dato notable saber de su predilección por él, hasta el punto de que permaneció con el autor hasta el momento de su muerte.

La forma en la que el joven Courbet se representó es novedosa y audaz, pues no era habitual hacerlo de manera horizontal ocupando todo el espacio de la tela. La figura ocupa un primer plano, en el que aparecen los brazos desplegados y sus manos, que se mesan los cabellos. La pose es teatral, en la que destacan los ojos desorbitados y la boca entreabierta. La falta de detalles superfluos, el tratamiento del color y la ausencia casi de distancia con el espectador, reducen el espacio físico con quien lo contempla, y contribuye e invita a que participe de la intensidad del momento. La mirada queda cautiva en sus ojos, que parecen no posarse en el espectador, y que, por el contrario, aparentan sobrepasarlo como si fuera invisible.