¿Debería existir algún seguro
igual que los de vida,
o los del coche, esos que llaman
a todo riesgo?.
¿Debería haber:
Seguro que me llama,
seguro que me siente,
seguro que me quiere,
seguro que aparece.?
¿Sería un poco raro asegurar
sus manos en mi pecho,
sus ojos en mis ojos,
su voz en mi silencio...?
¿Sería pedir demasiado
asegurar los corazones
contra la malicia, la crueldad
la intolerancia o el miedo?
El miedo, por ejemplo,
a que nos roben
a que nos roben
las esperanzas,
el miedo al desengaño,
el fracaso, al compromiso,
o la amargura de ver deshechos
nuestros sueños.
¿Tendríamos que asegurar
el valor de un posible
siniestro si nos tocamos,
el coraje a que se queme
nuestro pecho,
la audacia de una riada
de lapsus radiantes,
las agallas de que se nazca
un sentimiento,
la osadía de optar por una vida
de vínculos solidarios,
la firmeza de saber
que eres lo que quiero?.
Si nada es seguro,
todo puede ser posible:
Hasta una vida compartida,
un manantial de futuro,
o una galería de recuerdos...
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