Los cobardes buscan cobijo
entre los pretextos,
llevan sus temores
como medallas
colgadas del cuello,
apilan justificaciones
con las que se perdonan
todas sus flaquezas
y se dejan engañar
abriendo los brazos
a los asesinos de sueños
esperando discretamente
a que no les disparen...
Tampoco tienen reparo
los cobardes
en tumbarse como perros
a las puertas
de discursos vacíos
o ampararse
en la indiferencia
ante el dolor ajeno
porque alaban la suerte
de que no les toque.
Los cobardes
ejercen de obedientes
y se convencen a sí mismos
de que ese llega a ser
el argumento supremo
que les disculpa de colaborar
en el mal de todos
mirando hacia otra parte
mientras esperan sentados
a que el mal pase
sin rozarlos siquiera.
La ironía suele ser una
de sus armas favoritas
y no tienen reparos
llegado el caso,
a ejercer la crueldad
escudados en la masa
porque es el espacio común
donde se reconocen.
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