El desenlace era inevitable
aunque me sentía afortunado
con las migajas que arrojabas
a la estupidez del corazón
y que marcaras las cartas
para convertir lo nuestro
en poco más que un paréntesis
lleno de tus argucias
y por el que circulaba
una corriente de aire
que atravesaba mis ojos
tras las sombras del anochecer.
En las veredas de la costumbre
dejabas tu huella sin cesar,
insinuando una plenitud
que era rápidamente cercenada.
Tal vez sea el corazón
un arma indefensa,
la isla donde acude a guarecerse
la inconsciencia,
y eso lo explique todo.
En mi estúpida ceguera
nada de esto existía entonces,
sólo un pálpito tras otro,
un desearte sin fondo,
desesperadamente,
sin medir las consecuencias
de la solitaria perseverancia
con la que atravesaba
los terrenos baldíos del amor.
Las arenas del tiempo
fueron inexorables con mi destino
y me condenaron al naufragio
de tu definitiva partida.
Ahora sé que lo que hiere
sabemos descifrarlo en otros,
pero no en nosotros,
al menos me dejaste
ese acre pozo de sabiduría.
Fue terrible quedarme
con aquél deje de perplejidad
y habilitar un lugar para el dolor,
un rincón para la vergüenza,
un sitio donde abandonar
aquello que me conmovía
y que tenía que ver contigo.
Todo esto que te digo
me ha pasado por la mente
cuando has vuelto para hablarme
de renovadas promesas,
supongo que cruzaste los dedos
cuando al mentirme de nuevo
justificas este encuentro,
que esta vez es tan distinto.
Lo habías planificado bien,
eso he de reconocerlo:
Cohen, tu cuerpo, mi sed,
las velas y el vino...,
pero no calculaste hasta que punto
me he vacunado,
esa es la diferencia con la que ahora
puedo mirarte a la cara
y anticipar que me devolverás
de nuevo la pesadilla,
anteponiendo las condiciones
que te convengan
hasta que llegue el momento,
te canses y vuelvas a ahuyentar
el sonido de los pájaros,
o a cambiarme el olor de tu cuerpo
por sueños disfrazados de valium.
El juego se ha acabado
y por la sorpresa que refleja tu cara,
aunque me sentía afortunado
con las migajas que arrojabas
a la estupidez del corazón
y que marcaras las cartas
para convertir lo nuestro
en poco más que un paréntesis
lleno de tus argucias
y por el que circulaba
una corriente de aire
que atravesaba mis ojos
tras las sombras del anochecer.
En las veredas de la costumbre
dejabas tu huella sin cesar,
insinuando una plenitud
que era rápidamente cercenada.
Tal vez sea el corazón
un arma indefensa,
la isla donde acude a guarecerse
la inconsciencia,
y eso lo explique todo.
En mi estúpida ceguera
nada de esto existía entonces,
sólo un pálpito tras otro,
un desearte sin fondo,
desesperadamente,
sin medir las consecuencias
de la solitaria perseverancia
con la que atravesaba
los terrenos baldíos del amor.
Las arenas del tiempo
fueron inexorables con mi destino
y me condenaron al naufragio
de tu definitiva partida.
Ahora sé que lo que hiere
sabemos descifrarlo en otros,
pero no en nosotros,
al menos me dejaste
ese acre pozo de sabiduría.
Fue terrible quedarme
con aquél deje de perplejidad
y habilitar un lugar para el dolor,
un rincón para la vergüenza,
un sitio donde abandonar
aquello que me conmovía
y que tenía que ver contigo.
Todo esto que te digo
me ha pasado por la mente
cuando has vuelto para hablarme
de renovadas promesas,
supongo que cruzaste los dedos
cuando al mentirme de nuevo
justificas este encuentro,
que esta vez es tan distinto.
Lo habías planificado bien,
eso he de reconocerlo:
Cohen, tu cuerpo, mi sed,
las velas y el vino...,
pero no calculaste hasta que punto
me he vacunado,
esa es la diferencia con la que ahora
puedo mirarte a la cara
y anticipar que me devolverás
de nuevo la pesadilla,
anteponiendo las condiciones
que te convengan
hasta que llegue el momento,
te canses y vuelvas a ahuyentar
el sonido de los pájaros,
o a cambiarme el olor de tu cuerpo
por sueños disfrazados de valium.
El juego se ha acabado
y por la sorpresa que refleja tu cara,
creo que empiezas a adivinarlo...
2 comentarios:
Siempre te digo lo mismo, pero es así...disfruto con tus palabras y descubro mi realidad a través de ellas... Paco, ¡qué gusto haberte encontrado ¿por casualidad? en este mundo bloguero!
Besosss
No existen las casualidades, sólo el no entender las razones ocultas de un encuentro. Y Ana María: Celebro que te identifiques con lo que escribo, pero me haría más feliz que lo hicieses cuando el tema no fuese así de triste y estuviese cargado de optimismo y esperanza. Ahí es donde quiero encontrarte.
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