miércoles, 24 de diciembre de 2025

REFLEXIÓN: LA NAVIDAD


Los españoles, en general son fanáticos de las fiestas, da igual que sean religiosas o no porque la transcendencia es la misma. Entre primar los bares o los centros de salud, el olfato electoral siempre lo tuvo claro. Y al votar hacemos una declaración de cómo entendemos el mundo: nos gusta estar  en los bares porque sirven de confesionario, salón, parlamento, o incluso de terapia. Representa lo más sagrado. 

Sin embargo, llega la navidad y aún nos obliga moralmente a recurrir a historias tranquilizadoras, que nos devuelvan la fe en nosotros mismos y a pensar que albergamos un pozo de bondad al menos por unos días. La influencia anglosajona nos lleva a pensar que fue Dickens el que reinventó la Navidad, el paseo del señor Scrooge por las ruinas de su comportamiento supo aplicar al mundo moderno, egoísta, desolador, insolidario y profundamente insatisfactorio una gran dosis de conmoción. Nos recuerda que la santificación del nuevo dios Don Dinero está reñida con lo más íntimo de nuestra naturaleza emocional. 

A través de los guionistas de Frank Capra, abanderados del New Deal y la reconstrucción moral tras la Gran Depresión de 1929, recibimos la versión cinematográfica de esa misma receta. "Qué bello es vivir" volvía a incidir sobre las enormes consecuencias que deja nuestro paso por el mundo. Casi nada sería igual sin nuestras pequeñas acciones y decisiones. El remedio contra la desesperación somos nosotros mismos. Si Dickens reinventó el optimismo antes que Hollywood, este último lo llevó a todos los rincones. 

Las creaciones europeas tienden a ser más pesimistas. "Plácido", la película de Berlanga, era un cuento de navidad para disolver la cualidad sedante de las campañas organizadas con un pretexto falsamente solidario, hoy reformuladas en una participación virtual completamente insustancial. Hemos dejado de frecuentar también el poderoso cuento de Hans Christian Andersen sobre la niña vendedora de cerillas que se calienta del frío de la noche de fin de año prendiendo sus fósforos. En cada destello se alumbra un instante ideal hasta que la muerte deja su cuerpo helado sobre la acera. 

La Navidad provoca relatos en torno a la pobreza, el desamparo, el exilio y la soledad. Son elementos que están ahí fuera, siempre presentes. Quiénes dicen que ya no necesitamos de esas historias, han concluido que el ser humano no tiene nada sobre lo que preguntarse a sí mismo. Quieren que dejemos de construir piedad y así pueden suceder sin remordimientos cosas como lo que está ocurriendo en estos días en Badalona: Cientos de personas, incluyendo niños, abandonadas en la calle y soportando la lluvia y el frío extremos para que alguien pueda obtener un rédito electoral de ello. Ese tipo de gente, capaz de llegar a semejante grado de maldad, se puede meter su feliz navidad por donde les quepa. Los demás, aprovechemos para reflexionar sobre los sentimientos positivos que es capaz de albergar el alma humana. 

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