martes, 2 de diciembre de 2025

REFLEXIÓN: EL SUEÑO EUROPEO


Los conservadores suelen recelar de todo lo nuevo. No es siempre un error: si estamos bien, para qué meternos en problemas. Pero este reparo a veces lleva a actitudes equivocadas, como la xenofobia, y a debates un poco absurdos, como el del tapón de las botellas de plástico. Me refiero al tapón europeo, ese que queda unido a la botella cuando lo abres. El objetivo de la norma de la UE es que el tapón no se pierda y sea más fácil reciclarlo, pero se ha convertido en un símbolo de la burocracia excesiva y del olvido de los grandes objetivos en el continente. Los gestos de fastidio con el tapón, que han protagonizado incluso líderes del PP como Alberto Núñez Feijóo y Mariano Rajoy, ya forman parte del teatrillo conservador. A menudo de forma tan exagerada que las representaciones parecen sacadas de un anuncio de la teletienda de los noventa, de esos en los que salía un actor tirándose el café por encima, llenando el sofá de palomitas o intentando picar cebolla con un cuchillo de plástico y cara de no entender por qué no lo lograba.

Muchos estadounidenses también se ríen de nosotros a costa del tapón. Es relativamente fácil encontrar vídeos en Instagram y TikTok de turistas americanos que vuelven a casa y abren con alivio una botella de las suyas, como si regresaran con síndrome de estrés postraumático de bombardear otro país. A veces son publicaciones inocentes, para conseguir comentarios y visionados, pero en otras ocasiones tienen un marcado sesgo político. Un ejemplo del pasado sábado: una tal Based Jessica comparaba en un tuit con supuesto sarcasmo uno de los inventos estadounidenses más representativos, los cohetes reutilizables de SpaceX, con el europeo, los taponcitos. El tuit ha despertado en centenares de respuestas un patriotismo europeo en el que se recuerdan otros logros del continente, como la sanidad pública, una mayor esperanza de vida y la ausencia de tiroteos en las escuelas.

Es verdad que ninguna de las 10 empresas tecnológicas más grandes del mundo es europea, y eso es un problema, pero las respuestas tocan un tema importante: ¿para qué sirve crecer si a cambio dejamos a los ciudadanos atrás? Las innovaciones, cohetes incluidos, están muy bien, pero han de servir para mejorar la vida de todos y no solo la de cuatro milmillonarios. Para eso también necesitamos otros inventos como la sanidad y la educación públicas, que contribuyen a la igualdad de oportunidades. 

El sueño europeo que nació tras las guerras y las dictaduras del siglo XX no incluye solo la paz y la cooperación, que están muy bien, sino también un estado del bienestar que de rebote contempla la posibilidad de salir a tomar un cortado a media mañana y disfrutar del sol en los últimos días del otoño. O teletrabajar de vez en cuando.  O terminar la faena los viernes lo antes posible, aunque eso suponga que fabriquemos cuatro o cinco cohetes menos al año. Y si lo peor que ocurre es que a cambio tenemos que sufrir los ataques de un tapón de plástico, me atrevo a decir que sobreviviremos. 


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