Descubrimos la impostura
del ídolo
con los pies de barro.
Salimos de sus ciénagas
pronunciando sortilegios,
y el Fauno nos sacó
del laberinto
de los falsos alfabetos.
Allí descubrimos
al Unicornio Blanco,
encadenado
entre retazos mentirosos.
Conocimos los arcanos,
meditamos más allá
de la existencia
y ultrajamos los sofismas
escalando las montañas
del Asceta.
Y giramos entre
aquellos torbellinos
que negaban
nuestra esencia.
Al salir de la tormenta,
esperando tras la puerta,
estábamos ahí
de nuevo, pero ahora
todo es diferente.

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