Ante la orilla alzan las olas
sus interrogaciones
un breve instante
y caen con estruendo
las respuestas,
casi repetidas, casi iguales
como la eterna inquietud
del alma humana.
¿Quién es y en qué momento
el que las mira
y formula la pregunta?
Tal vez sea solo
una gaviota en su vuelo
buscando comida,
hablando con otra
a grito pelado,
tal vez sea el silencio
reclamando
su propio sustento.
Hay olas para la diversión,
el deporte, la sensación
de ser libre en el mar...
Pero a veces este decide
lanzarse con violencia
contra la costa
para conseguir su cuota
de víctimas humanas
y contrarrestar así
todo el daño
que les hemos hecho
y le seguimos haciendo
a él y sus criaturas.
Es entonces cuando las olas
se convierten
en un peligro extremo
y por nada del mundo
debemos acercarnos a ellas.

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