Cuando mi cuerpo,
esta multitud
de candelabros y mármol,
sea ceniza
vaciada en la nada.
Cuando mi cuerpo
sea parte de un paisaje
que siempre amó.
Cuando mi cuerpo
ya no sea
un piropo de mirlo,
un regalo de cerezo...
Dejaré de llamarte
y seré el recuerdo
de un sonido entre palabras.
Porque esta voz
será un ala delta,
huida ya la lógica
de las cuerdas vocales,
la higiene
de los documentos,
la serenidad
de las vértebras
por mantenerme
mínimamente digno.
Cuando mi cuerpo
ya no sea mi cuerpo
sino un invierno
que silva
o un verano escondido,
espero que algo quede
de esta voz encendida
sobre las montañas.

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