viernes, 31 de octubre de 2025

PINTURA: HUGO SIMBERG


La Muerte era uno de los temas preferidos del pintor simbolista finlandés Hugo Simberg y la pintó en múltiples ocasiones, sobre todo como su representación tradicional: un esqueleto. Como simbolista, Simberg tenía muy presente la iconografía medieval y algo que probablemente influyó en él de forma capital fue la llamada Danza de la Muerte, una forma de arte propia de la edad media en la que se hace una personificación alegórica de la Muerte como un esqueleto humano.

El Jardín de la Muerte se integra en los trabajos que el artista realizó para la catedral de Tampere de la cual decoró la pared de la galería, diseñó seis de las siete vidrieras de la iglesia y pintó dos frescos. En esta obra, observamos una composición equilibrada y simétrica, centrada en la figura de varios esqueletos que se encuentran rondando un jardín. La escena se divide en tres secciones principales, cada una con un esqueleto que cuida minuciosamente las flores.

Las figuras están dispuestas de manera que guían la vista del espectador a través de la obra, creando un ritmo visual que puede ir de izquierda a derecha desde el primer plano hasta el plano más profundo, o de derecha a izquierda, comenzando por el plano más al fondo y terminando en el esqueleto del primer plano. 

El uso de colores apagados contribuye a la atmósfera tranquila del jardín. La iluminación en la pintura es uniforme, sin fuertes contrastes de luz y sombra, lo que sugiere una luz difusa que baña toda la escena de manera uniforme, enfatizando la paz y la quietud del entorno. Los esqueletos, tradicionalmente símbolos de la muerte y el final de la vida, son retratados aquí como cuidadores de flores, un acto que requiere tacto y cariño, dos conceptos que no solemos asociar con la muerte y que pueden simbolizar las almas humanas. Simberg transforma la imagen tradicionalmente aterradora de la muerte, presentándola en cambio como una figura simpática y compasiva.

Según Simberg, las flores representan las almas de las personas, y los esqueletos son sus cuidadores; retrata la muerte como esqueletos bondadosos dedicados a regar flores en tiestos frente a un bosque, lo cual es muy inusual. El esqueleto sostiene una ramita florecida entre sus manos con una expresión de intensa ternura.

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