Sentadas frente a esta
pequeña mesa del salón
que uso para comer,
están también
mis vidas pasadas.
Como, por ejemplo,
la de alguien
que amó y fue amado,
alguien que no tenía
ni idea de los errores
que iba a cometer
con el transcurrir del tiempo,
alguien que leyó poemas
y un día tuvo
el atrevimiento de escribirlos.
¿Quién soy ahora?
Tal vez ya no tenga
ni tiempo ni ganas
suficientes para averiguarlo,
pero da igual.
Al menos ya he aceptado
que algunos de esos alguien
se han quedado para siempre
perdidos entre tantos
recodos del camino.
La verdadera frustración
está en la idea
de esos otros alguien
que nunca llegaron a nacer
de entre las infinitas variantes
que la vida me ofrecía.

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