Donde fuiste feliz
alguna vez
no deberías volver:
el tiempo habrá hecho
sus destrozos, levantado
su muro fronterizo
contra el que la ilusión
chocará estupefacta.
El tiempo habrá labrado,
paciente, tu fracaso
mientras faltabas,
mientras ibas
ingenuamente
por el mundo
conservando como recuerdo
lo que era destrucción
subterránea, ruina.
No deberías volver
a nada, a nadie,
pues toda historia
interrumpida
tan sólo sobrevive
para vengarse en la ilusión,
clavar su cuchillo
desesperado,
morir asesinando.
La dicha es
como un criminal
que seduce a su víctima,
que la reclama
con atroz dulzura
mientras esconde
la mano homicida.
Quizás vuelvas
porque la dicha
consistió en marcarte
con la nostalgia,
convertirte
la vida en cicatriz.
Pero lo pasado nunca
volverá a darte lo mismo
y si decides apostar por él,
girarás errabundo
alrededor del desastre
como giraría un perro
ante la tumba de su dueño.
Solo hay una manera
de volver, solo una,
y es teniendo claro
que sería para construir
una historia
absolutamente diferente
a la guardada en tu memoria.
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