Humillados por la ofensa.
Como nudos que se esconden
en los vuelcos de la noche.
Como rajas de una mancha
acoplada en el vacío
por los rastros del desorden.
Sujetos a la maldad
que va dejando la marca
de lo que no tiene nombre.
Huyendo de los destrozos.
Destrozados para siempre
y ofendidos como pobres.
Maltratados por quien manda.
Abandonados al hierro
que todo poder impone.
Prohibidos por la palabra.
Maltratados. Locos. Solos.
Y sin nadie que los nombre.
Así van por la vida.
Buscando la tierra eterna
donde los cuerpos no estorben.
Caminando entre la muerte.
Aumentándole a la injuria
su lectura de la noche.
Sabemos de lo que huyen.
De su tierra, de su gente
porque los hombres matan
tanto o más que la muerte.
Sabemos que son los mismos,
víctimas desde siempre.
Los mismos hombres tristes
marcados así en la frente:
Los mismos que sufren
y los mismos que lloran
y los mismos que huyen
y los mismos que mueren.
Los mismos de siempre
a los que los hombres matan
tanto o más que la muerte.
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