Entre las hojas
de la tarde brilla
una luz leve
que podría volarse
con un poco de viento.
Sé muy bien
el tiempo que llevo
preparándome
para verla.
La observo.
En los ojos
se me quema el verde
y de la tarde apenas
queda nada
sin consumir.
Permanece la luz,
como todo
lo que no vive.
Me decido a cruzarla,
para no arder,
absorto como estaba,
sin darme cuenta.
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