Guardo un anochecer
en el cajón.
No para esconderlo,
sino para recordarme
que la luz también
sabe desvanecerse.
Escribo para escuchar
como laten mis heridas
y ayudar a sanarlas,
cada poema es un umbral:
El arroz que humea,
una piedra azul en sueños,
los huesos que hablan
en un teatro silencioso.
El cuerpo aparece fracturado,
sangrante, vulnerable,
pero al mismo tiempo
inquebrantable.
Un espacio donde lo cotidiano
se convierte en revelación.
Las palabras son pinceladas:
rojo que huele a sangre,
azúl que guarda silencio,
negro que insiste en seguir,
verde que anuncia esperanza.
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