En la Historia de Canarias la emigración fue una constante, puesta en marcha casi de forma inmediata a la colonización de las islas por la corona española y que se mantuvo hasta acabada la primera mitad del siglo XX. Tanto fue así que en 1678 fue creado el llamado Tributo de Sangre, mediante una Real Cédula del rey Carlos II, que establecía que por cada 100 toneladas de mercancías exportadas desde Canarias a América, debían embarcarse de forma obligatoria cinco familias canarias como colonos. Luego, con el paso de los siglos, el hambre y la pobreza extrema fueron los incentivos por los que miles de isleños siguieron cruzando el Atlántico, culminada con la desesperada huida hacia Venezuela tras la guerra civil y la represión y la miseria que trajo la dictadura franquista.
Actualmente, miles de descendientes de canarios pueblan muchos países americanos y una de las características de esos y esas paisanas es que conservan con esmero los vínculos y lazos que les unen a su lugar de procedencia. Son ciudadanos y ciudadanas completamente integrados en los países donde han nacido, pero que también conservan costumbres y tradiciones que les fueron legadas por sus padres y abuelos. La televisión canaria tiene un programa llamado "La Huella Isleña" que en cada capítulo visita una ciudad o una determinada región americana para encontrar a esta gente y mostrarnos cómo viven y lo que significa Canarias para ellos. Ver sus sentimientos cuando hablan de las islas y como se esmeran por demostrar que siguen siendo canarios aunque nunca hayan pisado su tierra de origen es profundamente emocionante.
Estas reflexiones me vienen a la mente cuando contemplo como se extiende en España la semilla del odio contra el inmigrante. Uno de los pretextos del argumento racista y xenófobo es la exigencia de la integración y el respeto a nuestros supuestos valores tradicionales. Pues bien, para que la integración se produzca, el inmigrante ha de sentir que es acogido. Es imposible integrarse si te explotan como mano de obra barata mientras en lo demás eres despreciado por la sociedad a la que llegas.
Por otro lado, la única exigencia que se les debe plantear es el respeto a las leyes y al espíritu de nuestra Constitución porque es a lo único que están obligados. Y como han sabido hacer los descendientes de los emigrantes canarios, tienen todo el derecho a conservar ritos y costumbres que les sigan vinculando con sus lugares de origen para evitar dentro de lo posible el desarraigo, siempre que no sean contrarios a la Ley. Eso también es ejercer la democracia, ese es el auténtico concepto de libertad: el espacio común ha de ser de todos para que cada cual pueda hacerlo suyo desde su diferencia individual y personal.

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