Primero murió
mi sueño de cambiar
el mundo.
Luego murió el sueño
de tener un hogar
en un mundo hermoso.
Y así, poco a poco,
todo fue muriendo
y se hizo real
la posibilidad
de una sentencia
de muerte para todo
lo bueno que alberga
el corazón de la humanidad.
Me quedé de pie,
con los brazos abiertos
hacia el cielo sin nubes.
Lentamente mi ropa
se convirtió en harapos,
el tronco se me llenó
de paja,
mis piernas se clavaron
en la tierra,
mis brazos extendidos
se convirtieron en madera
para un fuego sin vida.
Así quedé, de pie
en los campos,
convertido
en un espantapájaros.
Pero les advierto
que mi intención
no es la de alejar aves,
sino a los humanos.
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