Vivir solo
adquiere una dimensión
diferente,
sobre todo cuando
ya no tienes
que ir a trabajar:
los espacios y el tiempo
son solo tuyos.
Aquí una silla, aquí el sofá,
la hora de comer
es cuando tienes hambre,
no cuando lo dice
el reloj.
El libro puede quedar
abierto sobre la mesa,
nadie te lo va a cerrar
sin haberlo marcado.
Cuando trancas la puerta
sabes que el resto
del mundo se queda fuera,
es poderoso el silencio.
Los pájaros atan
el lazo azul de la mañana
mientras uno piensa
sus respuestas
sin que nadie pregunte.
El tiempo a solas
sucede despacio,
se mece
en un mar en calma.
A veces hay debates
y se negocia,
también se razona mucho,
pero siempre, siempre,
con uno mismo.
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