Hay días con el cielo
recubierto de grises
que invitan a regocijarse
con el arte que anuncian.
Cuando el cielo
es una bóveda azul
sin ninguna nube,
es un lienzo desnudo
en el que ningún pintor
se aventura
a trazar dibujo alguno.
Los cielos
insoportablemente bellos
son aquellos en los que
los cúmulos de algodón
con un relieve caprichoso,
ofrecen un espectáculo
parecido a la Capilla Sixtina,
e intuimos
un drama silencioso
en el que el sol
intenta infructuoso
abrirle paso a sus rayos
que chocan contra
un escudo impenetrable.
Pero también las nubes
nos recuerdan
que la vida
puede ser terrible
y que hay muertos
que no gozan
ni de ellas, ni del sol,
ni de estos cielos.
Y vuelvo a tener presente
la tragedia diaria
de morir asesinado
por buscar comida
sin siquiera haber
cumplido quince años,
todo lo que hago
y lo que veo últimamente
me trae imágenes
de ese horror, de esa tragedia.
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