Seguramente esta tierra
me quiere loco,
impaciente entre
sus destellos blancuzcos,
ahogado en la rendija
negra de los acantilados
de macizos descuajados
ante las nubes,
erectos rayones de chicos
premurosos y sabios
en el juego del abandono
inexcusable.
Esta tierra me quiere loco,
o quizás rey.
Me expulsa de sus calles
al palaciego refugio
de sueños
sobre una austera
taberna de realidades.
El artista sale del mundo
para añadir
sus propios colores;
se exilia
en su concupiscente
tortura de esfuerzo
ante su obra;
de la parturienta mirada
densa siempre póstuma.
Si esta vida no tienta
como fruto edénico,
volvamos juntos
a labrar el campo desierto.
Siega el sol
y esculpe la noche
la maniaca bondad
de ensoñaciones,
trasunto de mundos
inaprehensibles
para el ojo
que no sabe aguardar
una posibilidad
de conquista artística
sin el filo del hielo
desconocido.
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