El hambre
es una muerte
que se hace la olvidada.
Decide no existir
para que no
se hable de ella.
Solo quienes la padecen
conocen el fuego
negro de sus alas,
los mares de sal
que vierten sus heridas,
las arañas fieras
que corroen las entrañas
de la humanidad
más desamparada.
Y cuando hablamos
de una hambruna
generalizada y provocada
como arma de guerra,
ya no hay palabras
para definir
a quiénes lo provocan.
O sí: genocidas.
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