El centro del silencio
me ha enseñado
a aceptar como un juego
que la vida
es una sucesión aleatoria
de causas y efectos
sobre las dunas
de la realidad.
Aparecen las causas
simultáneas,
inflexibles, anónimas,
y los efectos manan
disueltos en los días,
con cauce renovado
y variable,
cuyo curso ninguna
voluntad puede eludir.
Cada mañana
tiene leyes propias.
Es el azar
la fórmula cifrada
que descubre sus vínculos.
Un extraño rumor
nos configura
encubre quiénes somos,
quién seremos.
Causas y efectos pasan,
se suceden.
Articulan el tiempo.
Y eso es todo.
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