miércoles, 25 de junio de 2025
REFLEXIÓN: SANDÍAS
Venden las sandías partidas, envueltas en plástico, con etiquetas que indican la hora exacta del corte. Como si eso importara. Como si supiéramos cuándo empezó el desgarro. Trozos individuales, para comer en silencio, frente al portátil o la tele. Solo la fruta, sola también. Y me acuerdo de lo que fue: las sobremesas de verano, el mantel manchado, el calor pegado a la piel. La sandía en el centro, para todos. Cada uno con su tajada, su risa, el jugo chorreando por los brazos. Ahora la cortamos antes de tiempo. La envolvemos. La hacemos higiénica, individual, práctica. Y no es solo la sandía. Es todo. Estamos aprendiendo a vivir en porciones. A repartirnos en mitades que no se tocan. A consumir, no a compartir. Quizá por eso ya casi nadie compra sandías enteras. Porque pesan. Porque hay que partirlas, mancharse, acompañarse. Sin darnos cuenta, vivimos como comemos: a pedazos, envueltos, solos.
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