Nuestros ojos son nuestros órganos más misteriosos porque, al misterio habitual que asociamos a los espejos, ellos suman el misterio de poder ser vistos como imágenes concentradas del universo. A poco que nos acerquemos a mirarlos, nos devolverán agujeros negros, astros, órbitas. Y la luz hecha de sombras. O las sombras que esconden mucha luz. No hay en nuestro cuerpo una superficie con tanto trasfondo, desde la que propiciar el salto hacia adentro y hacia afuera.
Propiciar el salto. Eso creo que ha de pretender la poesía. En la creación poética siento un vértigo. Un motor de búsqueda. Y esa búsqueda jamás sé hacia dónde lleva. Intuyo que hago mías las cosas y las personas desde un eje de visión. Pero no me pregunten qué es. Lo imagino como un punto de fuga de mí mismo que a la vez hace de centro de imantación. Como un impulso hacia todo en vibración constante. Como la cuerda de un arco, traspasada de música y movimiento.
«Toda la luz del mundo cabe dentro de un ojo», dijo Lorca. Se trata de dar más vida a la vida desde esa luz tan extraña, al escribir, en un autorretrato inacabable.
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