Tras un fracaso
hay abogados.
Un riesgo así
implica un trato,
silencio,
juicios de valor
o diecisiete puñales
en la espalda.
En este último caso,
sus pozos son
muy oscuros
delatan rencor y mentira,
cuestiones indescifrables
cuando no hay
razones que las sustentan.
Meses
sellando pactos con Fausto,
recibiendo epístolas
quitando el seguro
que protege
la racionalidad
y te dejan al pie
de los caballos.
Puñetazos orales
de un conflicto
interminable
porque una parte
se encuentra a gusto
en la batalla,
la busca, la desea,
la fomenta.
La racionalidad
vencida,
en esas circunstancias
lo recomendable
es alejarse,
guardarse
las viejas heridas
y la vieja carga
impresa en los párpados,
e intentar encontrar
la paz con uno mismo,
haciendo oídos sordos
a los tambores de guerra.
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