Por las mañanas
salgo a caminar
unos cuantos kilómetros.
Debo confesar
que a veces
me canso
y suelo pararme
frente a un gran
jazmín florecido
y respirar muy
pero que muy hondo
hasta marearme
de su aroma a paraíso.
Puedo asegurar
que es un remedio
natural que haría
resucitar a un muerto
y el resto del camino
lo hago embriagado
por la belleza del perfume.
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