martes, 29 de abril de 2025

REFLEXIÓN: LOS FUNERALES


No teniendo constancia, ni fe, ni pruebas de la existencia de ningún etéreo dios, ni de cielos o infiernos más allá de los que hayas gozado y padecido en la tierra, me cansa y me aburre que durante algunas jornadas todo haya estado centrado exclusivamente en que el representante del Altísimo se haya largado al otro barrio. No creo que eso alborote la existencia de los masacrados habitantes de Ucrania y de Gaza. Me negué a ver los funerales, preferí largarme al campo a caminar esa mañana porque esa opción es la que más satisface mis necesidades espirituales. Así me ahorré también el contemplar a los que dirigen el tinglado en el planeta. Llorosos, admirativos, emocionados o con expresión de circunstancias allí estaban todos juntos, los que odiaban al finado y los que no. El gran teatro del mundo precisa de estos rituales de pompa y circunstancias.

Parece ser que el universo entero está de luto. Ocurre cuando mueren los incontables padres de las patrias. Yo sólo guardo luto cuando se va la gente que he amado. O sea, amores que hicieron luminosa durante un tiempo la vida, amigos y amigas, las personas más entrañables de la familia que alguna vez tuve. Y también puede aparecer el llanto y el infinito agradecimiento cuando dejan de existir aquellas personas que con su arte me regalaron sensaciones impagables. O sea, haciendo películas, música, libros, pinturas, creando esas cosas hermosas que alimentan al alma. Pero no puedo estremecerme con la desaparición de políticos o representantes terrenales de las alturas celestiales. Ojalá que poseyera inquebrantables creencias en el más allá y en el más acá. Posiblemente sería consolador, pero no hay manera. Ni lo necesito, ni lo quiero. 

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