Si al trabajador
subido a un andamio
le dan convulsiones
y cae al vacío,
ningún escritor
va a contar su historia
porque la literatura,
casi siempre,
deja caer una sábana
sobre el cadáver
de los obreros muertos,
así nadie sufre
ni nos enteramos
ni se quiebra el papel
con historias
poco interesantes
para la gente
que se regodea
en los centros comerciales
o los estadios de fútbol.
La literatura
casi siempre
(he dicho casi siempre
para que nadie
se me ofenda)
olvida contar
las convulsiones
de nuestra clase social.

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