Oigo sus jadeos
cada vez más cerca:
solo, rodeado de gente,
en medio del verano,
entre los gritos de la multitud,
junto al calor
de la estufa en invierno,
con un hermoso libro,
en el estruendo de la lluvia,
cuando enciendo
las luces de mi casa,
cuando el mar,
cuando alargo la mano
hacia un fruto palpitante.
Está ahí, al acecho,
esperando el momento
oportuno,
me sorprende que hayan
tantos que no se dan cuenta
y les coge desprevenidos.
Yo espero poder seguir
esquivando sus zarpazos
durante todo
el tiempo que pueda
antes de que su aliento
también me alcance.
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