Tienen un prado
en el reverso
de los párpados,
expandido
al horizonte;
allí, los caballos
salvajes
galopan junto
a enormes bisontes
que pastan libres
de leones
durmientes
con el vientre saciado.
Es por eso
que la mirada
de la infancia
huele a paz
y a césped
recién cortado.
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