jueves, 6 de marzo de 2025

POESÍA: DE ESA ESPECIE


Soy de esa especie

de hombres que hablan

con los animales

y las plantas,

los que susurran

al ojo del autillo

cuando en el campo

ya no queda nadie

y en el crepúsculo

yace un resplandor

que solo el alma

puede comprender.

Soy de los hombres

que aman las ortigas

cuando, al atardecer,

vomita el sol

la lentitud violeta

de las sombras

que tiemblan como

enredaderas mansas

baja la carpa de lo azul.

En derredor de mi alma

solo hay frío

pero en mi pecho aún

duermen los pastores

y cae el estío

en la palma de mi mano

como un lagarto de oro.

Soy de los que aman la luz

que a los animales

les da agua,

aquél que entiende

el dolor de los pinos

que saben

del fuego que se acerca

y celebra cuando el sol 

vomita juncos y brezo,

minutos antes

de la oscuridad.

A veces soy la espiga

enamorada

de las estrellas

últimas del cielo

y me hundo en las veredas

más recónditas,

donde no llega

nadie en el invierno

que no sea el vuelo

del cernícalo en flor

y el deambular

de la brisa vagabunda 

que en los trigales

esconde la humildad

serena de su viejo acordeón.

Vivo en el vientre

antiguo de las nubes

y en el otoño acojo

los silencios felices

del buhonero

que transita entre

las zarzas del amanecer.

Los mirlos me saludan

cuando cruzo

la paz del horizonte

hundido

y vuelo con las libélulas

por la superficie

del lago indestructible

del amor.

Hablo con los gatos,

con los pájaros,

con los insectos, 

y les muestro mi respeto. 

Hay quien no lo entiende,

pero eso me da alas

y aún me refugio

en la musgosa paz

del búho feliz

entre las peñas

o en el sigilo

de los petirrojos

bajo el temblor violeta

de las sombras

que aún regurgita

el sol de mi niñez,

donde aún resiste

la única verdad.

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