Miro el paisaje
atado a mis ojos
su hermoso verdor
ambos desterrados
de tantos lugares
grises testigos
de un mundo
sobreexpuesto.
Miro el reflejo
de la rapaz que huye
por el cortado del monte
y tiemblo por su presas.
Miro al sol
fulgurante que me ciega
y me alumbra
y dinamita mi ausencia.
Sus acuarelas
tiñen el camino,
son trazos fundidos
en el cristal del tiempo
azul celeste saturado
sobre el paño terso
sobre la trama que guarda
el boceto de grafito.
Mi alma y tu cuerpo
magenta y amarillo
oro y fuego
prendidos de humedad
bajo la lluvia que anega
la paz del invierno.
Luz que vuelas libre
que muerdes las hojas
llenas de savia
las verdes hojas
que se amarronan
y crujen
se desgarran
y deshacen.
Luz que esparces
los defectos
que soplan
los pinceles del viento
en su arrebato.
Luz que se proyecta
más y más
hasta ser sólo un recuerdo
un reflejo
sobre el agua y la piedra
un trazo al aire
un verso suelto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario