lunes, 27 de enero de 2025

REFLEXIÓN: NEOFASCISTAS


La potencia más grande del mundo tiene un régimen que podemos llamar neofascista. Sé que es una afirmación rotunda y muy dura, así que intentaré explicarme...

Sí. Ya sé que no hay camisas negras o que el único que hace el saludo nazi es Elon Musk, aunque sea una suerte de nazismo aspérger. Hay muchas cosas del nazismo o el fascismo de los años treinta que no están ahí. Pero es un régimen de extrema derecha con una voluntad transformadora decisiva, desde el punto de vista nacional e internacional. Y hay que tomárselo en serio. Resulta preocupante el estado de negación de gente que se dice opuesta a Trump. Algunos dicen que es teatro, que no cumplirá sus promesas, que no habrá tanta diferencia. Y lo dicen porque da miedo. Y porque saben que cuando estás ante algo parecido al fascismo, la única manera de resistir es ser valiente, pero en un régimen de este tipo es muy peligroso, porque arriesgan su vida o su libertad. Es más fácil decir que es teatro.

Asistimos a una capitulación preventiva que toma muchas formas. Hemos visto como todos esos magnates multimillonarios de la tecnología se pusieron de rodillas y hacían reverencias a Trump. También vemos a muchos que se autodenominan centristas que aseguran que pidrán calmar esas aguas, llegar a acuerdos. Y peor aún son quienes aseguran que las cosas acabarán por seguir igual.

El problema es la comodidad material de los que siguen como si no pasara nada. No tienen nada que tener de Trump: son blancos, y si no lo son, son ricos. Están protegidos. Solo deben temer pagar menos impuestos, así que para ellos todo va bien. Y para la izquierda, el problema es de confort intelectual: les costó tiempo y esfuerzo construir una crítica bien hecha del liberalismo, y cuando ya tienes las claves para criticar al enemigo, no tienes ganas de volver a cuestionarlo todo. Por eso muchos intelectuales de izquierdas se han pasado a la derecha.

Hoy es más complicado ser de izquierdas que hace 40 años, cuando bastaba decir que estabas del lado de los trabajadores, no de los patronos. Antes no había nada de feminisno, nada de igualdad sexual, ni de reconocer el racismo estructural o la urgencia climática. Hoy debemos ser todo eso y asumir que te descalifiquen con lo de la cultura woke. ¡Pues sí, hay que ser wokista! ¡Un wokista desencadenado! Porque ser de izquierdas es ser alérgico a las desigualdades estructurales. Y considerar negativo lo woke es una manera de justificarse. Pensar que los deseos de igualdad te roban algo responde exactamente a la noción de resentimiento, o sea, a la extrema derecha, que es donde están Donald Trump y sus seguidores. 

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