Cuando el mundo
enmudece puedo
oírme en su silencio.
Y lejos de toda algarabía
donde las preguntas
buscan respuestas
aun no sabidas,
una visión puede
cambiarlo todo.
Y en esa perspectiva
de líneas y de curvas
palpas la clara
suavidad del agua,
percibes la serenidad
del cosmos,
sientes la calidez
del sol encima
y admiras la alegría
del caminante
cuando llega a su destino.
Detrás de todo aliento
siempre hay un vuelo
azul que se inicia.
Olvidamos
lo que realmente importa
y nos perdemos
en el bosque
seguros de encontrar
la salida.
¿Dónde el amor
que guió tus pasos?
¿Dónde la fuente
de la sabiduría?
¿Dónde los valores
que te humanizan
que te definen
y te identifican?
Estas hecho
de contradicciones.
Eres vulnerable,
volátil y frágil
como la llama
o como la ceniza.
Mientras, la humanidad
sigue su curso
como un río que fluye,
tú te dejas arrastrar
por corrientes
como si nada
hubieras aprendido
o si el problema
no fuera contigo.
Detente.
Escucha el silencio
que tiene mucho
que decirle a tu corazón
de león herido.
Mira el mundo
con mirada de niño.
Y en la noche oscura
recuerda el sol
que fue nuestro,
en medio del invierno,
como el árbol
que florece de nuevo
celebrando la vida,
soñando un mañana
de amor, de paz
y esperanza.
Aunque tengamos
las horas contadas,
aunque del cielo
solo caiga la fría
escarcha, la lluvia
que lava culpas…
Aunque no sepamos
nada del misterio
y sea ir a tientas
nuestro destino,
en busca de la otredad
que va en fuga
hacia el abrazo
humano y definitivo.
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