lunes, 20 de enero de 2025

POESÍA: REFLEXIONES TELEFÓNICAS


Una llamada perdida.

Llamada perdida

suena a despiste…

y siempre andamos

con prisas

y nos amamos sin tiempo,

y eso es como vivir

en el lado incorrecto

del espejo.

Dice que el número

es desconocido.


No es desconocido el número,

en todo caso puede

que irreconocible.

En el colegio aprendimos

cómo se leen los dígitos.

El amor no nos lo enseñan.

Nos hacen memorizar

hazañas de unos psicópatas,

pero del amor

nada nos enseñan.


En la pantalla se lee:

1 llamada perdida.

¡Perdida!

Y no dejo de pensar

en un tono de teléfono

despistado, por la calle,

revoloteando

como un insecto

en la columna de luz

que nace de las farolas.

Es un tono de teléfono

preocupado porque

no halla a nadie,

y se queda con las manos

en los bolsillos

el mismo día ventoso

que yo me sujeto

una gorra negra

como quien no quiere

que se le vuele.


Llamo de vuelta

y contesta una

de esas voces

que no pasaría

un test de Turing,

 que me pide dejar

un mensaje

en su buzón de voz.

Que te imaginas

a uno de esos

buzones amarillos

de correos,

al que se le abre la trampilla,

y una voz guardada

desde hace tiempo

te habla lejana

y te dice algo que,

en su momento,

no se pudo decir.


No me pueden negar

que es un poeta

el que está al teléfono

y pone nombre

a estos misterios.


¿Y este mensaje?

El número marcado

no existe. 

Dejaría a Kierkegaard

de piedra.

Una voz inexpresiva

rebate la existencia

de toda una

combinación numérica

y desautoriza a la matemática.


Una llamada perdida

números desconocidos,

luego un mensaje de voz

o un número que no existe.


Al teléfono hay alguien

que intenta ser poeta

también filósofo hegeliano,

que se caracteriza

por su inadaptación

al capitalismo,

y no puede faltar

su ateísmo radical...

Pues no esperaba recibir

una llamada perdida,

me da pena la pobrecilla,

espero que me encuentre

o, en todo caso, pueda

encontrarse a si misma. 

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