Pintor español nacido en Barcelona, Pepe Castellanos nos presenta enigmas que ni él mismo puede resolver. Sus cuadros acumulan capas de realidad, veladuras que elaboran una atmósfera, y detienen el tiempo para dejarnos suspendidos en la más absoluta incertidumbre. Se declara seguidor de los grandes maestros del Renacimiento y el Barroco, con una técnica precisa y elaborada. Habla de los flamencos, de Zurbarán y también de Georges de La Tour, y sobre todo habla de la luz, el verdadero elemento estructurador de sus cuadros. Es una luz íntima, cálida, que te rodea y atrapa. Pepe Castellanos lucha consigo mismo, con su propio estilo, buscando nuevas vías de expresión, buscando el verdadero estilo. Esta lucha a veces le atrapa, y no le deja avanzar, lo bloquea, lo paraliza, pero cuando al final encuentra el camino, el resultado es fascinante, es mágico, es elocuente.
Sus personajes están solos, en un momento de intimidad, y el artista nos descubre ese instante, le roba a sus protagonistas y nos lo ofrece. Es un momento insignificante pero se vuelve valiosísimo porque pasa a ser también nuestro. Fugazmente descubrimos una realidad ajena a nosotros, una realidad llena de incógnitas que nos cuestiona nuestras propias preguntas sin respuesta.
Castellanos es un gran observador de lo cotidiano que refleja en estas escenas realistas, especialmente en interiores de atmósferas intimistas donde es capaz de convertir escenas aparentemente anodinos en obras que generen preguntas sobre los personajes, normalmente solitarios, y que nos invitan a entrar en ellas con nuestra mirada de voyeurs accidentales. Son imágenes que tienen poética y en ciertos casos parecen congeladas en el tiempo y algunas nos pueden evocar a Hopper.
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