No puede imaginarse
quien te vea
que fuiste denso
bosque impenetrable,
inmensa jungla,
monte intransitable,
abrigo de mi mente
de chavea.
Mas ¡Ay de mí!
¡que el pelo ya escasea!
El tiempo,
que discurre inexorable,
tornado ha
en un descapotable
mi joya, mi corona,
mi azotea.
La frente ya no sé
dónde termina
pues todo es un continuo,
un descampado,
¡pulida superficie
blanquecina!
Mi peine llora ya
desconsolado
al lado del champú,
en una esquina,
postrado y sin fulgor,
casi olvidado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario