Aunque son ambos
entes solitarios
él permanece firme
calentando un mundo
que ella solo observa,
no como él desde el centro,
sino desde el umbral
de la noche
donde se retira
y reaparece caprichosa
preocupada en secreto
por su lado oscuro,
sus tormentas,
sus poderes ínfimos,
su temperatura interna,
las marcas en su rostro
y cómo ella refleja
mirándole más a él
que al mundo
para captar su mirada,
tomando su luz
como propia,
odiándole porque
es incapaz
de calentar a nadie,
de hacer crecer nada,
tan solo conmueve
a los locos y al mar.
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