Europa, tus ideales
parten hacia la noche
danzando entre cenizas,
retando a la guadaña.
Quizá eres el delirio
de almas libres
que cruzaron espejos
o quizá fuiste peón y reina
con los pies atestados
de plomo y de negrura.
¿Quién te tornó en tablero?
¿Quién robó tus colores?
¿Quién hizo un continente
de tu carne ultrajada?
¿Por qué son tus casillas
mayores cada vez
y tus piezas sucumben
entre aduanas y lindes
bajo un pie colosal
hecho de bronce
y unas fauces
y un arma que no yerra?
¿Quién te odia tanto
desde las mismas raíces
en tu vientre y tu alma?
Hoy doblará
un fervor de incienso,
capirotes multiusos
que camuflan
los siglos de la infamia
descalzos por las calles,
persistentes mareas
que inundan el tablero
pespuntado por límites
ficticios, ratoneras
que urden los de siempre.
Aquí no habrá cobijo
ni dios para nadie,
ni serán bienvenidas
las pieles atezadas,
ni colmará la luna
las pozas de otros ojos,
ni abriremos las puertas
de nuestros corazones.
Europa, tus cercados
no te protegerán
de ti misma.
Los hijos que no pariste
se agolparán sin tregua
en la fe de tu orilla,
breves tallas de sal
en los televisores.
Los brazos abiertos
sueñan mar
mientras otros no sueñan
y yacen de bruces
o besando el suelo
que no quiso abrazarlos,
no quiso acallar con arrullos
las ráfagas de ayer,
las de hoy, las de siempre.
Si sigues por este camino
te transformarás en otra cosa:
un monstruo que nadie
podrá ya reconocer.
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