Son muy escasas las noticias que tenemos sobre Ángela Nebot. Se sabe que nació en Barcelona, según consta en el catálogo de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1950. En esa muestra participó en la sección de grabado con una obra titulada Brunequilda, realizada con la técnica de diamante sobre mármol.
Algunos años antes, en 1938, formó parte de la I Exposición Trimestral de Artes Plásticas convocada por la Dirección de Bellas Artes del gobierno republicano en plena guerra. En esa ocasión, presentó un cuadro al óleo con el título Santa cultura, mártir del fascismo, firmado y datado en 1937. Se trata de una escena ubicada en el interior de una escuela en donde una figura femenina, la maestra de la clase, ha sido violentamente atacada hasta acabar con su vida y ha quedado colgada por los brazos del techo, con todo destrozado a su alrededor. En la pizarra se puede leer “El fascismo, la tortura y la guerra”.
La pintura se inserta en la tendencia predominante de la plástica en los años de la guerra: una figuración realista que, como en este caso, plasma los acontecimientos que son consecuencia del conflicto, consiguiendo transmitir la congoja propia de una situación violenta como la que se representa. Y, desde luego, supone un firme alegato en defensa de la República, una condena directa al fascismo y la feroz represión que ejerció sobre el cuerpo de maestros republicanos.
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