La extrema derecha y la otra, la derecha de toda la vida que se ha vuelto extrema porque lo lleva en sus genes, les han declarado la guerra a la cultura y hasta presumen de ello. En realidad no es algo nuevo, los que tenemos memoria recordamos aquél horrible "muera la cultura" pronunciado por una boca sin cerebro y con neuronas vestidas de militar fascista. La explicación de este odio renacido es muy simple, si reflexionamos un poco:
La cultura no es una acumulación de conocimiento de obras y artistas ni un mostrenco postureo ante un cuadro o un libro: es una herramienta para estar en el mundo y una forma de trascender nuestro origen geográfico y social, algo que nos permita ser algo más que el producto del azar y el infortunio. Por eso, cuando los gobiernos neoliberales no invierten en cultura y educación están privando a muchas personas su derecho a entender las claves de la vida, del entorno y de la historia, a reconocer y denunciar los atropellos, a corregir las asimetrías, a respirar otros aires menos viciados. La cultura es leer a Machado y comprender que la España de charanga y pandereta se ha reconvertido en la de copa y capea, algo casposo y castizo, propio de mala gente.
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