miércoles, 4 de diciembre de 2024

HISTORIA: UN INCREÍBLE CAMUFLAJE


El camuflaje en el mar es mucho más complicado que en tierra. En general, a lo largo de la historia se ha limitado a pintar los barcos con colores que dificulten ser detectados por el enemigo. Pero durante la Segunda Guerra Mundial hubo un caso en el que la realidad superó de largo a cualquier ficción. Se trata de la increíble historia del dragaminas holandés Abraham Crijnssen. 

Surabaya, en la isla de Java, en la actualidad uno de los principales puertos de Indonesia, era la base de operaciones de nuestro barco protagonista, una nave muy lenta y mal armada que tenía todos los números para convertirse en una presa fácil para la aviación japonesa o en un claro objetivo para cualquier barco enemigo que lo detectase. El avance naval japonés, que culminó el 1 de marzo de 1942 con la batalla del estrecho de la Sonda, forzó a todos los navíos holandeses de la zona a retirarse y buscar refugio en los cercanos puertos australianos. En realidad, la flota aliada sufrió allí una apabullante derrota de la que solo sobrevivieron cuatro barcos holandeses, de los cuales tres fueron hundidos por los japoneses unos días más tarde.


El Abraham Crijnssen partió de Surabaya escoltado por otros tres buques, pero, por razones que aún se desconocen, el dragaminas se perdió y quedó aislado durante el trayecto hacia Australia. Así, con la flota japonesa pisándoles los talones, al capitán se le ocurrió una brillante y singular idea (en realidad era la única posibilidad que tenían de escapar): camuflar el barco y hacerlo pasar por una pequeña isla. De hecho, el mar de Java, que se extiende alrededor de Malasia e Indonesia, está salpicado por más de 18.000 islas, desde las más grandes, como Borneo, hasta las más pequeñas, deshabitadas y pobladas por unos pocos árboles. Así, a pesar de que el Abraham Crijnssen no era un barco muy grande, sí lo era lo suficiente como para intentar hacerlo pasar por uno de los pequeños islotes que salpicaban aquí y allá el mar de Java. El capitán Anthonie van Miert pensó que aunque la hazaña parecía algo imposible de conseguir, valía la pena intentarlo si con ello se conseguía engañar a los japoneses y salvar la vida de la tripulación.


Para llevar a cabo su plan, el dragaminas se detuvo en la isla más cercana y la tripulación se puso de inmediato a talar tanta vegetación como era posible. En realidad, la principal amenaza era ser vistos desde el aire, así que para camuflarse de manera efectiva necesitaban cubrir toda la superficie de la nave con follaje y pintar el casco simulando rocas y acantilados. La idea del capitán era permanecer cerca de la costa durante el día y provocar una ilusión óptica en el enemigo para que cuando este viera el barco de lejos pasara desapercibido. Al caer la noche, los tripulantes del Abraham Crijnssen decidieron que ese era el mejor momento para arrancar motores y dirigirse hacia Australia. Y así lo hicieron, y aunque en un principio la treta pudiera parecer descabellada, lo más sorprendente de todo es que ¡funcionó! Los destructores japoneses que patrullaban el archipiélago indonesio buscando los restos de la flota holandesa fueron incapaces de dar con el barco a la fuga, que tardó ocho días en llegar hasta un puerto seguro. El dragaminas se convirtió de este modo en el último barco en escapar de la amenaza japonesa en las Indias Orientales Holandesas.

Pero la historia del Abraham Crijnssen no termina aquí. El dragaminas pasó a formar parte de la Royal Navy australiana, y ya con tripulación británica volvió al servicio el 28 de septiembre de 1942 para escoltar y apoyar a los submarinos holandeses que operaban en la región. El Abraham Crijnssen sobrevivió al conflicto, y al finalizar la guerra fue transferido de nuevo a la Marina Real de los Países Bajos con la misión de patrullar las Indias Orientales Holandesas y limpiar de minas el puerto de Kupang, en la isla de Timor, para asegurar la llegada del contingente australiano que debía asistir a la firma de la rendición japonesa. Años después, en 1960, retirado del servicio, el Abraham Crijnssen fue destinado a labores de entrenamiento, y en 1995 fue adquirido por el Museo Naval Holandés, donde hoy puede ser visitado por los interesados en conocer su fascinante historia.

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