Siempre me he preguntado
si nacemos para morir
o morimos para nacer.
Y por qué todo
lo que hacemos
se destina a ser feliz
antes de que se nos acabe
la oportunidad de serlo...
¿Y si realmente tuviésemos
que rompernos un poco
para entender
de qué estamos hechos?
¿Nuestras fragilidades
nos hacen frágiles
o nos dan la oportunidad
de unir las grietas con oro?
¿Y si llorar no fuese
una muestra de debilidad,
sino el desahogo
que algunos necesitan
para expulsar el dolor
y poder retomar fuerzas
para seguir adelante?
Prefiero sin dudarlo
un alma de cristal
que mil corazones de acero.
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