Siempre me gustaron
las chicas que iban en bicicleta,
las vecinas que salían a correr
cuando yo regresaba del trabajo,
las madres que lloraban
al dejar por primera vez
a su hijo en la escuela,
las estudiantes que dibujaban
corazones vacíos
en las servilletas de las cantinas,
las embarazadas que lucían
una regordeta belleza
que me dejaba embelesado,
las que llevaban la rebeldía
en lo más profundo de sus miradas,
las que desplegaban
un muestrario de muecas raras
cuando descubrían
que se les había olvidado
echarle azúcar a su café,
las que me regalaron
un cariño que no estoy seguro
de haber merecido,
las que leían poesía y mordían
manzanas al mismo tiempo.
Venían de otro planeta,
a consolarme con su presencia
por haber nacido en este
y he caído en la cuenta
de que nunca les di las gracias.
Espero y deseo que no sea
demasiado tarde para hacerlo
en este poema dedicado a ellas.
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