Has llegado a saber,
después de todo,
que porque existe
el torbellino
de una mirada
ocupando lo extenso
de esa luz infinita
que está arriba,
hoy puede el corazón
verter su sangre
al mar de la esperanza.
Si aquel mucho
de ti que se te fue
tras los otoños
volviera alguna vez,
si el diluvio particular
que ejerce la tristeza
se convirtiera
en gotas de llovizna,
si el tiempo de repente
derribara
su torre de exterminios,
qué distinta
sería la vigilia providente
que te llega, implacable,
de lo alto.
Tan seguro estás
de que la luz vomitaría
fantásticas cenizas incoloras,
como que vas teniendo,
desde siempre,
el corazón precipitado
a aquello que te salva.
No hay oficio
más duro que el de vivir .
¡Cuánto cuesta estar
viviendo todo lo perdido!
Pero te queda corazón;
te queda un torrente
de sangre todavía
para regar secanos
al recuerdo
y acrecentar el mar
de la esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario