Aguardo
con vehemencia
la noche
del sueño blanco,
mientras
mis días orbitan
entre la longitud
de la calma
y el breve mareo
de la costumbre.
Hoy la luz
no anuncia nada,
mi cicatriz
es fósil del silencio,
y mis órganos
una alarma que puede
hacerse oir
cuando menos lo espere.
Solo las hojas
de algunos árboles,
con el viento,
parecen aterrizar
sobre el presente
al iluminarse la tarde
de este particular otoño.
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