No cejan.
Chupan sangre.
Los espantas
y vuelven a posarse
en tu cabeza.
Cruzas el océano
por huirlos
y al llegar los encuentras,
esperándote.
Son crueles.
Sin prisas.
Se saben inmortales.
No temen plegarias
ni conjuros.
Nunca faltan
a ninguna fiesta.
Vienen a recordarte
que te esperan,
a ensuciarte la dicha
que disfrutar no saben.
Mienten diciendo
que quieres hacerles daño,
vomitan su veneno
en tu solapa.
No les tengan piedad.
Ellos nunca perdonan.
Tienen terca
memoria de elefante.
Míralos cómo ríen.
Parece que están vivos.
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