martes, 24 de septiembre de 2024

OPINIÓN: VENEZUELA


Todo político venezolano de la oposición sabe que ha elegido una profesión de alto riesgo: posible cárcel, segura persecución, difamación y exilio han acompañado a quienes se han atrevido y logrado alcanzar una cierta forma de victoria, la única posible en una dictadura donde solo puede vencer ¡sorpresa! el presidente. Lo que no esperaba seguramente el líder opositor actual es sumar a todo lo anterior una aberrante colección de miserias en las que participa el Partido Popular, además del propio régimen. Edmundo González, hombre de 75 años que se decidió a prestar su nombre y andadura a una lista electoral en la que la verdadera líder, María Corina Machado, está vetada, está siendo sometido a vejaciones por parte del régimen mientras, a este lado del Atlántico, el PP le manosea y utiliza en su batalla contra el Gobierno.

El pistoletazo de salida lo dio González Pons cuando criticó la acogida española de González por “quitarle un problema a la dictadura”, cuando días antes figuras de su partido habían pedido exactamente eso: asilarle. Y la escalada se hizo execrable esta semana cuando el mismo portavoz acusó a Sánchez de participar en un golpe de Estado para perpetuar a Maduro y coaccionar para ello a Edmundo González. Tan ruidosa ha sido la acusación que el pobre líder opositor, punching ball de la política interna española, tuvo que salir a desmentir al PP: nunca fue coaccionado por España. Casi al mismo tiempo, desde Caracas le acusaban de desprender un tufillo alcohólico en la negociación de su exilio.

El régimen de Venezuela debe de estar mucho peor de lo que creemos, a juzgar por las últimas maniobras rastreras con tufillo —este sí— al comunismo decadente de los setenta. Las acusaciones surrealistas a los dos españoles detenidos, que aparentemente llegaron a Venezuela y empezaron a llamar por teléfono a la oposición, en plan Gila, para comprar explosivos para atentar contra el régimen; o las que destinan a Edmundo González como viejo, alcoholizado y medicado, pueden causar risa como los discursos soviéticos en sus estertores, pero su poder no tiene ninguna gracia. Este régimen caerá, como cayeron aquellos, pero la amenaza contra las personas que se cruzan a su paso es dolorosa, insoportable.

¿Y el PP? Acaso también está mucho peor de lo que creemos cuando se lanza a acusar de golpe de Estado para perpetuar a Maduro al mismo Gobierno al que el mismo Maduro también acusa de golpe de Estado para derribarlo. Perdonen el lío verbal, pero esta guerra de golpes de Estado opuestos es literal. El futuro dirá. De momento, por sanidad democrática, convendría quitar las sucias manos (en sentido verbal) de un hombre cuya victoria ha consistido en exilarse y verse convertido en un saco de boxeo para los demás.

Por cierto, celebro que en España haya tanta preocupación por Venezuela por los lazos que nos unen con ese país. Lo que me extraña es que no ocurra lo mismo con lo que está ocurriendo en Honduras, Nicaragua o Argentina, por poner tres ejemplos. ¿Por qué será? 

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