¿Qué es lo siniestro en estos tiempos? ¿Qué males no vemos, pero que los corazones sí sienten? La realidad produce extrañeza cuando somos conscientes del mal que hemos normalizado y del falo que hemos justificado: el del maltrato, el de la negligencia, el del abuso... Pero también hay otros cotidianos, insidiosos, malsanos, a los que nos hemos acostumbrado.
Lo que sucede en Gaza no es siniestro, es aterrador. Lo que es siniestro es nuestra actitud ante el sufrimiento de los demás, nuestra forma de dividir el mundo el buenos y malos. No es siniestro el asesinato de un niño de 11 años, sino las condiciones mentales, sociales y morales que han llevado a alguien a cometer este crimen y a otros aprovecharse de la tragedia para sus inconfesables fines. Lo que es siniestro son nuestros modos de actuar y de convivir que repetimos y de los que no somos conscientes porque apuntan a cristalizaciones del mal que hemos aceptado.
Se podrá preguntar qué es el mal y si es consustancial al ser humano. Ciertamente, la vida no está exenta de dolor, de momentos difíciles que parecen o son insuperables, de males necesarios relacionados con nuestra naturaleza vulnerable (la muerte, la enfermedad), o con aquellos que surgen de los desencuentros entre seres humanos, pero lo que no es necesario es nuestra manera de afrontarlo y de actuar en consecuencia. El mal es, por tanto, una forma de relación. El mal no tiene raíces, porque quien se deja llevar por él se limita a vivir en la superficie de los acontecimientos sin llegar nunca a penetrar en ellos. Ahora bien, que pasemos por encima de los hechos sin pensar en ellos no quiere decir que l9s acontecimientos no nos penetren a nosotros sin darnos cuenta y generen un modo de actuar que a simple vista no percibimos. El mal hace rizoma. Horizontalmente, sus ramificaciones circulares generan daños que llevamos incorporados innecesariamente, aunque solo los veamos en momentos extremos. Sería necesario entonces atreverse a mirar cómo nos hacemos cruces doloridos ante los males inextricables de la existencia y cómo, sin embargo, no hacemos nada ante lo que sí odiemos cambiar. Hay que ser muy valiente y es posible que duela, pero sería un dolor necesario para evitar un sufrimiento gratuito.
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